Si después de varios esfuerzos persistentes de nuestra parte vemos cambiar las cosas, a las personas y las circunstancias para bien en nuestro entorno estamos siendo testigos de que eso que sucede a nuestro alrededor esta transformandose porque estamos cambiando nosotros en el interior; evitemos ejercitar el mal habito de la queja constante; que si esto no me gusta, que si aquello no me parece, que si me hacen sentir mal, que no consigo lo que quiero porque no me ayudan, en fin, una protesta por todo y por nada; es imperativo admitir que si se desea verdaderamente que las circunstancias cambien, uno es quien tiene que cambiar primero desarrollando la madurez; revolcarse en el lodazal de los defectos de carácter solamente hace más lenta la agonía de una vida a la que uno mismo no le quiere dar sentido; este es el momento preciso en que uno puede decidirse por transformar la visión interior que proyecta la propia existencia hacia el mundo de manera exitosa; el mundo nos necesita como ciudadanos productivos, industriosos y emprendedores de las buenas obras...
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